Nos escribe Franco (24 años, de Santa Fe): "Es la primera vez que escribo para un diario. Quería preguntarte por el sexo entre amigos. Con X somos amigos hace mucho y a veces tenemos relaciones, pero no queremos ser novios. Un tiempo estuvimos juntos, en mi casa la conocen todos, nos dicen que tendríamos que ser pareja, hasta una vez nos peleamos porque yo le dije de empezar algo serio y ella no quiso. Por suerte, porque yo tanto no quería, pero no sé, es todo muy confuso. Estas cosas, ¿pasan?".
Muchas gracias Franco por tu correo. En principio, me da mucho gusto recibir esta carta, de alguien joven como vos. Creo que sos, por lo que sé, el lector más joven de los que escribió a esta sección. Me alegra pensar que esta columna puede ser útil también para las nuevas generaciones.
¡Aunque ya no sos tan joven! Me pregunto: ¿por qué todavía seguimos pensando en la juventud de quienes tienen 20 años, cuando a esa misma edad nuestros abuelos quizá ya estaban casados, con hijos, etc.? Sin duda esto demuestra un cambio enorme en los modos de vida de un tiempo a esta parte. En la sociedad actual, la adolescencia se vive de manera prolongada y, por ejemplo, ciertas cuestiones que antes tenían que estar más o menos resueltas con el cambio de década (por ejemplo, irse de la casa familiar, tener un trabajo, etc.), hoy apenas se están empezando a pensar.
Del mundo de nuestros abuelos a hoy, cambió la sociedad -entre los motivos que se dan para explicar la extensión de la adolescencia, suele destacarse la "sobreprotección" de los padres, pero no olvidemos que en el mundo actual es cada vez más difícil tener un empleo digno y la falta de recursos para la independencia es constante- y, entonces, también cambió el amor.
La carta de Franco nos cuenta una situación típica de esta época, me refiero a que la idea de "pareja" entró en crisis. Ya no vivimos en el mundo del matrimonio obligatorio, con fines reproductivos; incluso ya no vivimos en un mundo en que sea necesario estar en pareja (¡ya no existen los solterones y solteronas!) para no ser estigmatizado, a pesar de que la "mirada familiar" tenga su peso. Recuerdo el caso de una amiga que hace unos años me contaba del cumpleaños de su bisabuela, quien en cada ocasión le preguntaba si ya tenía marido; como todas las veces tenía que responder que no, sintió alivio el día en que su prima llegó a la fiesta con otra mujer. Pensó que, al menos en esa ocasión, ya no sería el blanco fácil de la señora. Sin embargo, después de un rato de festejo, esta última se acercó y le preguntó en voz baja: "¿Por qué no hacés como tu prima? ¡A lo mejor así podés tener una familia!".
Esta breve anécdota muestra hasta qué punto las generaciones precedentes pueden "abrir la cabeza" en ciertas cuestiones, hasta cierto punto, siempre que haya otras ideas que no se cuestionen. Por lo tanto, aquí es que quisiera decir algunas cosas sobre cómo la amistad se convirtió en estos años en un nuevo modelo para los vínculos, que no solo no hace que la pareja sea obligatoria, sino que prepara de una muy buena manera si esta llega a ocurrir.
Puntualmente, quiero referirme a que la crisis del ideal de pareja, hizo que también se debilitaran algunos rituales. Hasta hace un tiempo, la iniciación sexual de los varones tenía que ser de manera forzada, como parte de un mandato de masculinidad y, sin dar tiempo al descubrimiento de un deseo, un varón tenía que ir a "debutar" para demostrar (a otros varones) que simplemente "pudo". En este contexto, la sexualidad permanecía entramada en un desafío de potencia y poco tenía que ver con el despuntar del erotismo.
Por ejemplo, la ternura quedaba invalidada como parte de la escena sexual y, en mi rol de terapeuta, puedo decir que no son pocos los varones que así asociaron la vida con la pareja en términos de ideal de pureza, mientras que el sexo lo buscaron (y buscan) en otra parte. Creo que nadie puede decir que es entrañable un tipo de vida sexual que lleva a que los varones se vuelvan, o bien impotentes (como síntoma fundamental, porque si el sexo tiene que ver con demostrar potencia, la única resistencia es "no poder") o bien infieles.
Por eso digo: ¡no idealicemos tanto la pareja! Porque sumado a esto está también la situación de quienes buscan pareja para no estar solos y eso no tiene nada que ver con el amor. En este punto, sí me parece interesante lo que escucho en diferentes jóvenes de este siglo, que cuentan que tal vez su iniciación fue con un amigo o amiga, en el marco de una intimidad que construyeron juntos, con el propósito de descubrirse, antes de que sea el principio de una relación.
Por supuesto que esto no pasa solamente entre jóvenes. También los más grandes se encuentran a veces con la erotización del vínculo con un amigo o amiga. En estos días se cumplieron 30 años de la película "Cuando Harry conoció a Sally", en la que se trata de dos amigos que pueden serlo… hasta que pasa algo entre ellos. Seguramente esta sea la última generación de varones y mujeres para los que sexo y amistad iban por carriles diferentes. Sin embargo, hay muchos síntomas que muestran que esta división no era tan fuerte, o que su frontera era permeable: desde quienes se enamoran de amigos o amigas de sus parejas, hasta quienes se enamoran de parejas de sus amigas o amigos.
A partir de estas consideraciones, pienso que hablar de las relaciones entre sexo y amistad no es pensar en una sexualidad sin compromiso, sino todo lo contrario. Se trata de un erotismo con un compromiso diferente, que no busca barrer bajo la alfombra de la pareja todos los síntomas conocidos de otro tiempo, sino que los pone de manifiesto con el fin de que podamos pensarlos y tener vínculos en el que el cuidado sea un principio. ¿Quiere decir esto que tenemos que cambiar la pareja por la amistad? No, sí quiere decir que tenemos que dejar de oponer una y otra, para pensar cruces más fecundos.
Tenemos el prejuicio de creer que la amistad es un típico vínculo desexualizado, pero vivirla de este modo es con un costo que ya mencioné: la aparición de síntomas, a los que agregaría una especial condición psíquica, como el refuerzo de la vergüenza por sentimientos que pueden ser esperables. Franco pregunta "si estas cosas pasan" y yo le diría que es más que normal que un amigo se enamore de su amiga, pero eso no quiere decir que tengan que forzar una pareja si no lo sienten. Entender que el amor no siempre es condición de la pareja (no porque la pareja no se funde en el amor, sino porque éste no es suficiente) es parte de un crecimiento emocional.
Por ejemplo, forzar una pareja a partir de un enamoramiento, sin haber pensado cómo surgió éste y qué otras cosas se pueden hacer con él, puede llevar a un deseo posesivo por inseguridad. Ojalá con los años podamos vivir en una sociedad en que se pueda estar enamorado sin creer que es preciso poseer al otro, porque si no sentimos que nuestro enamoramiento es vergonzoso o se confunde con sentirnos abandonados. Pensar las relaciones entre sexo y amistad, no es solo pensar en un tipo de sexualidad que nació de una idea de pareja, sino también en revisar nuestra noción de amistad, para ser más y mejores amigos, para no reducir la amistad a complicidad o estar "en las malas" y poder empezar a compartir lo bueno también.
Para despedirte, Franco, quiero agradecerte nuevamente tu mensaje y espero que tu "primera vez" con un diario te haya hecho sentir cómodo y dado más ganas de crecer como persona junto a X. Con amistad, Luciano.
Noticia de: El Litoral
Por Luciano Lutereau