No le sale una bien a Mauricio Macri. Justo en el tramo final de la campaña, el Indec dio a conocer el índice inflacionario más alto de todo 2019: 5,9 por ciento. Una bofetada más a la voluntariosa estrategia del "Sí, se puede". La elección parece estar liquidada, aunque los partidos se ganan en la cancha.
La Argentina se encamina a ser el tercer país con más inflación anual luego de Venezuela y Zimbabue. Un dato comparativo más que ilustra la anomalía nativa: la inflación de septiembre en Chile fue del 0 por ciento (cero). Ningún presidente puede lograr la reelección con esos índices, con el precio de los medicamentos creciendo a más del 100 por ciento en un año. Los precios de las cosas terminan con las intenciones de Juntos por el Cambio, como el hartazgo con Cristina Kirchner terminó en 2015 con el kirchnerismo.
Macri fue puesto en la Poltrona de Rivadavia para que ese final del kirchnerismo sea definitivo, sin rebote. Cuatro años después, Cristina vuelve con un respaldo inimaginado entonces, consagrando el fracaso estrepitoso del "mejor equipo de los 50 años".
El día después:
Cuando pase el temblor electoral, los votantes de Macri que lo respaldaron para ir hacia otra historia harán un balance razonado y se darán cuenta de los errores infantiles del macrismo. Hasta el punto de generar un economicidio que liquidó la oportunidad de terminar definitivamente con el peronismo en el poder.
Curiosamente, Macri fue ungido presidente para terminar con el peronismo, pero lo que hizo fue poner en rigor mortis al radicalismo, un aliado sin poder en estos cuatro años de Cambiemos.
Pero que nadie se confunda en anticipar el posmacrismo sin Macri. Aun dejando el poder, hay un núcleo duro con piso alto como para que el ex presidente de Boca Juniors intente conducir, al menos a su espacio. Si el jefe del Estado decide dar un paso al costado de la vida política activa, se conformará casi como un ejercicio automático el PRO pos derrota. Pero si Macri decide ponerse a la cabeza de una potencial oposición a un gobierno peronista habrá que abrevar en otras situaciones, circunstancias y nombres propios.
El equipo de campaña macrista pondrá toda la carne al asador en estos días que faltan hasta el 27 de octubre. El primer paso es llenar la 9 de Julio de masa crítica el próximo sábado, algo que le daría continuidad a los buenos actos que el presidente encabezó en ciudades del interior.
Cartas sin marcar:
La otra carta picante que Macri deberá jugar desde la primera mano es el segundo debate, que tendrá lugar el domingo próximo. Coucheado o no, en ese evento el presidente deberá cargar contra la corrupción, y ponerle nombre y apellido a los episodios que se registraron durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.
Ese aspecto es la principal piedra en el zapato de Alberto Fernández, quien, como un caballo de Troya, lleva en su panza lo mejor y lo peor del peronismo. Es tan desastrosa la política económica del gobierno, que a Fernández le ha resultado suficiente con trazar diagnósticos, levantar el dedito y acusar al presidente. Casi todas las veces con razón.
Tal vez, en lo que queda de tránsito hacia la primera vuelta el candidato presidencial del Frente de Todos deba trazar un pequeño mapa de acción de cara al futuro. Hasta ahora no le hizo mucha falta.
En la provincia de Santa Fe, la campaña presidencial de Fernández se metió en la transición. Hábil, el gobernador electo, Omar Perotti, fogoneó y produjo un encuentro entre el postulante peronista, el intendente electo de Rosario, Pablo Javkin, y él. Esa tríada tendrá mucho que decir luego de que haya pasado el comicio presidencial.
Extraña alianza santafesina:
En el mientras tanto, hay que estar atentos a los movimientos inminentes en pos de la declamada reforma constitucional. El peronismo está trabajando en secreto para que, rápidamente, pueda convocarse a una sesión espacial que declare la necesidad de la reforma.
Hay puntos de acuerdo con dirigentes radicales que militan en el Grupo Universidad para obtener mayorías necesarias o, al menos, determinado consenso político. En las próximas horas habrá novedades. Y las van a leer en este diario.
La intención de varios personajes que ocupan funciones en la Legislatura es aprovechar la transición y la cercanía con la propuesta de Miguel Lifschitz para avanzar, incluso con una sesión especial que impidió continuar el proceso. En esto el peronismo es claro y no se pone colorado: aunque no haya asumido aún, ya piensa en habilitarle una reelección a Perotti.
La decisión del Frente Progresista de avanzar con el Plan Abre en ciudades de la provincia generó la excusa perfecta para que los peronistas se victimicen, pese a que el proyecto había tenido anteriormente media sanción en el Senado por el concurso de los compañeros.
Perotti está convencido de que la administración Lifschitz busca retirarse con la vara alta, sin haber dejado atrás ninguna decisión política progresista y presentando al gobierno que viene como hacedor del ajuste. Deberán empezar a pensar en cómo llevar adelante la gobernabilidad después del 10 de diciembre, cuando lo peor no haya pasado.