Hubo mucha discusión durante los dos primeros años del macrismo en torno de quiénes eran, cómo hicieron para ganar las elecciones y cómo iban a gobernar.
Alguien los denominó "la nueva derecha", elogiando su presunta eficiencia y buena voluntad política.
El espejismo duró poco. A pesar del blindaje mediático, fue cada vez más evidente que Argentina estaba siendo sometida a un proceso que es tan viejo como el mundo, pero que había sido abandonado hace muchos años: el saqueo de un país por parte de un grupo poderoso.
El proceso de saqueo consta de los siguientes pasos:
1. Un grupo poderoso, sea por contar con mejor o mayor armamento o mediante engaños, se hace del control de una población.
2. Elimina las defensas o las utiliza en su beneficio.
3. Procede a robar y a destruir lo que no puede o no quiere robar.
4. Por último, cuando no queda nada de valor, abandona el lugar y va en búsqueda de otra víctima.
Esta conducta fue natural entre los primeros grupos humanos y se ejercía con absoluta normalidad a nivel de tribus, prácticamente como metodología exclusiva hasta los tiempos históricos. En el caso de Occidente, esto fue así hasta el surgimiento de imperios como el Fenicio o el Cartaginés y más tarde el Romano, que encontraron que a mediano y largo plazo era mejor no destruir totalmente a su víctima, para comerciar con ellos o para integrarlos a su economía como proveedores o clientes, por supuesto que casi siempre en condiciones desventajosas para los pueblos conquistados.
Sin embargo, quedaron grupos que durante muchos siglos practicaron el saqueo como forma de vida y base de su economía. Por ejemplo, los primeros vikingos. Más tarde, hasta el siglo XIX, el saqueo fue una práctica permanente de piratas y corsarios, particularmente en América Central, sobre ciudades costeras relativamente aisladas. Aún hoy sigue sucediendo a niveles de tribus o aldeas, en algunas zonas de África, donde desapareció el Estado como forma de relación social.
Desde hace unos años, con el surgimiento del neo liberalismo como ideología dominante, el saqueo reapareció en las “naciones civilizadas” como una forma “lícita” pero a nivel de empresas.
Consiste en la adquisición de la mayoría accionaria de una empresa, con la conformidad o no (adquisición hostil en este caso) de su dirección, para proceder a su desguace y a la venta a valor de remate de sus activos, logrando una alta rentabilidad para el grupo liquidador, pero llevando a la ruina a los trabajadores, a sus antiguos dueños y accionistas, y en muchos casos a sus proveedores y al pueblo o ciudad en la que se encontraba.
En este caso, más grave que el saqueo en sí mismo es que, al amparo del individualismo, la meritocracia y el darwinismo social este proceder haya devenido en una práctica social y jurídicamente aceptada, no teniendo pena ni castigo pese al grave daño que causa al conjunto social esta práctica.
Hasta donde conozco, en Argentina es la primera vez que la práctica del saqueo se aplica a un país entero en tiempos modernos. Consistió en tomar el poder y repartir el botín, asegurando el control de los medios masivos de comunicación, de la Justicia (con dos objetivos: perseguir y detener opositores y evitar fallos en contra de las medidas de claro sesgo ilegal) y de las Fuerzas Armadas y de Seguridad (violando Derechos Humanos al usar herramientas ilegales y el terror para reprimir protestas sociales), mientras consolidaban o tomaban posesión y manejo de resortes estratégicos de la economía.
Los métodos abarcaron desde la persuasión, la compra de voluntades, o lisa y llanamente la amenaza y la extorsión.
La transferencia de ingresos se materializó a través de dos instrumentos: tarifas de servicios y energía, por un lado, y tasas de interés por el otro. Además, hubo prácticas como el regalo de empresas de propiedad del estado a amigos y testaferros, así como la contratación de obras públicas con el mismo grupo empresario.
La quita de retenciones, la desregulación del mercado cambiario y la concentración de la producción en Argentina llevaron los precios de los alimentos a valores superiores a los de las naciones del primer mundo.
Nos costó comprender a quienes tenemos experiencia política, porque sabíamos que era una práctica insustentable. Pero así fue y hasta aquí llegamos.
Sobre este sustrato político y social, Macri, con una conducta mafiosa y extorsiva y por una virtual cadena nacional, castigó al pueblo que no lo votó (y al que lo votó también) con una devaluación del 33% al día siguiente de las elecciones primarias, arrojando a varios millones más a la pobreza y a la indigencia.
Si no castigamos adecuadamente estos horrorosos delitos, que fueron ejecutados con premeditación, planificación y alevosía, no nos sorprenda que se repitan.
Por: Antonio Leone.