Hay otra elección: el Gobierno mira de reojo a la Corte Suprema

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    La frase de Alberto Fernández generó comentarios en los pasillos del cuarto piso del Palacio de Justicia: “Vamos a hacer de internet un servicio público y que se enojen los que se tengan que enojar”, aseguró. Es que más allá de sus intenciones, la definición no está en el Poder Ejecutivo, sino en el Judicial: los ministros tienen la causa Enacom vs. Telecom sobre el decreto que había hecho el Gobierno en agosto del 2020. En ellos está la posibilidad o no de que se concrete el proyecto oficial.

    Aunque esa no es la única razón por la que la política hoy mira de reojo a la Justicia. Los ministros de la Corte están sentados sobre expedientes de alto voltaje: bastarían tres firmas para complicar judicialmente a Mauricio Macri por la causa Correo o a Cristina Kirchner por los hoteles. Tres firmas para dejar heridos en un año electoral.

    Pero en medio de esa muestra de poder hacia afuera, el máximo tribunal también debe dirimir su configuración interna: el 1° de octubre vence el mandato de Carlos Rosenkrantz como presidente y las tensiones por la sucesión empiezan a aparecer en el Palacio de Justicia.

    Entre las PASO y las generales se dará otra importante elección. Y aunque sean los propios ministros de la Corte los que decidirán quién será el nuevo presidente, el Gobierno no dejará de jugar sus cartas. El problema es que, por primera vez, todos generan desconfianza. El favorito, entonces, sale por decantación: Ricardo Lorenzetti, quien ocupó ese rol por más de una década, es el único que tiene contacto con la Casa Rosada. Y, a pesar de las fuertes críticas que recibió de Cristina Kirchner, sería quien reciba la bendición del Ejecutivo.

    Largada. En el ministerio de Justicia son cuidadosos con las definiciones. Aseguran que desde hace un mes empezaron a hablar de la sucesión de Rosenkrantz, aunque todo se complica por la vehemencia con la que actúa el jefe de la cartera, Martín Soria, quien nunca buscó una audiencia con el máximo tribunal: por el contrario, no se cansa de reprenderlos públicamente. En el Palacio de Justicia sus declaraciones generan enojo: “Lo único que consiguió como ministro fue aumentar los seguidores en Twitter”, dice entre risas un empleado judicial.

    Para mostrar dónde está parado, Soria disparó hace un mes contra Rosenkrantz: “Está probado que el presidente de la Corte tiene más de 80 llamados telefónicos con uno de los cabecillas de la mesa judicial macrista", dijo en referencia a Fabián “Pepín" Rodríguez Simón.

    Rosenkrantz no es el único a quien el Gobierno le picó el boleto. A Horacio Rosatti le desconfían todo: se ganó el odio K luego de dejar el ministerio de Justicia en la presidencia de Néstor y de ser nombrado por Macri. Todo mal.

    Ni siquiera con Elena Highton conservan la relación del inicio. Fue la única que acompañó en la presentación de la Reforma Judicial, pero luego sus firmas la fueron alejando: “Votó en contra en los casos Boudou y Milagro Sala. Rechazó recursos de De Vido, Jaime, López”, enumeran. La estocada final fue el pedido de jubilación y una demanda interpuesta en junio por su relación con el gobierno de Macri.

    De todas maneras Highton, junto a Juan Carlos Maqueda, configuran el sector pasivo del juego de poder cortesano. A estas alturas de sus carreras, no tienen intenciones de presidir el cuerpo.

    Favorito. Por depuración, en la Casa Rosada ven en Lorenzetti una posibilidad de cambiar la estrategia de cara a lo que se viene: la confrontación con Rosenkrantz sirve desde lo discursivo, pero genera muchos dolores de cabeza. Para lo que queda del mandato podrían apostar, al menos, al diálogo que garantiza el ex presidente de la Corte.

     

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