Dan como un hecho el cambio de ciclo a partir del 10 de diciembre próximo. Están seguros de que el próximo gobierno tendrá color peronista, que será Alberto Fernández el nuevo presidente y que, en este contexto, la figura de Mauricio Macri comenzará a desaparecer del escenario político del país.
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Se sienten entre frustrados y molestos con el legado que el todavía Jefe de Estado deja tanto para toda la Argentina como para cada una de sus empresas. Esas que se agrupan en IDEA y que, todos los años impulsan la organización del mayor foro corporativo de la Argentina.
Las sensaciones recorrieron los paneles y las charlas informales entre dueños, CEOs, ejecutivos y hombres de negocios que conforman este instituto y que participaron del Coloquio número 55 que se llevó a cabo en los salones del hotel Sheraton de Mar del Plata.
Muchos recordaron la presencia triunfal de Macri en el 2015 cuando todavía era candidato a presidente pero con todas las fichas puestas a ganador con esta última realidad de haberse comunicado con los participantes de este 55 Coloquio mediante videoconferencia.
Rememoran que cuatro años atrás había llegado al evento con un gran respaldo de establishment local que pedía y quería terminar con el legado kirchnerista que por ese entonces encabezaba Daniel Scioli y que ahora promete regresar disfrado con el traje de Alberto Fernández pero con la misma impronta de siempre encarnada por Cristina Kirchner y La Cámpora.
Eran tiempos en los que la década K tenía los días contados después del clima de confrontación permanente que había instalado Néstor Kirchner primero y Cristina Kirchner después.
Y los empresarios agrupados en IDEA comprendían la necesidad de dotar de calidad institucional a todos los poderes del Estado y de la sociedad que mostraba síntomas de cansancio y hartazgo frente a un gobierno que había avanzado sin piedad hacia la Justicia, el Congreso, los gremios y el sector privado.
El por entonces jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires fue la figura política del Coloquio 51 de IDEA y desgranó ante los empresarios una serie de propuestas con las que decía iba a ordenar la economía y con las que había transcurrido su campaña tras las PASO de ese año, remarcando que algunos de los principales desafíos pasaban por eliminar el impuesto a las Ganancias de los salarios, reducir a la inflación a un dígito y llegar a un nivel de pobreza cero, recordando que desde el 2011 el empleo estaba estancado y que la mitad de los argentinos ganaba menos de $6.500 mensuales.
También que un tercio de los empleados trabaja en negro, lo que generaba una situación que genera angustia y ansiedad y que demasiados trabajadores pagan Impuesto a las Ganancias.
Macri anticipó que su gobierno iba a acompañar a los sectores empresarios a conquistar mercados, reducir el asistencialismo y les prometió urbanizar las villas, incluir y crear empleo, a través de ambiciosos planes de Infraestructura, generar dos millones de puestos de trabajo, generar previsibilidad, reglas de juegos claras, señales claras hacia la inversión tanto interna como externa.
Era un plan de gobierno a largo plazo que también consideraba la necesidad de que la estabilidad económica y financiera fuera tan seductora que convenciera a los argentinos a sacar sus ahorros del colchón con un gobierno previsible.
Les prometió eliminar las retenciones a las exportaciones, encarar un modelo de desarrollo estable, terminar con las trabas y los cepos cambiarios y a la salida de capitales, fomentar el crecimiento de la industria y terminar con la grieta para cambiar la relación por el diálogo, la discusión, la transparencia y la apertura para planificar y trabajar en conjunto.
Sumó a esta agenda la necesidad de fomentar las economías regionales para crear, al menos 700.000 puestos de trabajo en sectores como el algodón, el arroz o la yerba mate. También construir autopistas, trenes de carga, ampliación de puertos y de las redes de agua y cloacas.
El contraste con el duro presente:
Cuatro años después, nada o casi muy poco de ese escenario delineado por Macri en el 2015 finalmente no ocurrió o lo hizo de manera espasmódica y en contadas oportunidades.
El todavía Presidente siguió acompañando a IDEA en los sucesivos coloquios que se organizaron después como el del 2016, cuando todo era esperanza para los ejecutivos en el marco de un gobierno que consideraban como propio al punto que fue bautizado como la "CEOcracia".
En el 2017 la mirada era similar. Optimista y de mayor esperanza, más luego de que Cambiemos ganó las PASO y la transformación del país parecía evidente. Todo lo cual se frustró en el 2018 cuando el romance con los empresarios comenzó a tambalear a derrumbarse porque las transformaciones prometidas no llegaban, se multiplicaban las protestas sociales, la divisa extranjera se iba disparando y entonces Cambiemos o el propio Macri empezaron a cambiar las reglas de juego, a impulsar cambios que el propio establishment criticó con dureza, mientras la Argentina iba camino a una de las peores crisis económica, financiera y política desde el 2001.
Este año, y tras las PASO, los hombres de negocios de IDEA comenzaron a dudar de las virtudes de un presidente que consideraban como propio, con un modelo de libre mercado acorde a sus pensamientos ideológicos pero con tantos errores y equivocaciones que derivaron en el casi seguro regreso del kirchnerismo, con un default a la vuelta de la esquina, con el desempleo en su peor momento, la industria paralizada y el modelo que defendieron a punto de quebrarse de manera definitiva.
En este contexto, para los empresarios hay pocas acciones del gobierno de Macri que se pueden destacar o salvar de las críticas. Una puede ser la forma razonable de administrar el poder o la mayor institucionalidad y el posicionamiento del país en la política exterior. O el respeto por la diversidad de opiniones y los valores republicanos en general.
Destacan que esa mejor calidad institucional hizo que no se usaran los órganos del Estado para perseguir a personas o compañías; una excelente gestión en turismo, gran avance entre otras decisiones como el impulso a la energía renovable y las low cost, y un combate real contra el narcotráfico.
La mirada negativa pasa por la confirmación de que con sus fracasos, la Argentina nunca tendrá una economía moderna, por el regreso del kirchnerismo gracias a que el mismo Macri en lugar de cumplir con la promesa de consensos optó por ampliar la grieta, lo cual devuelve al kirchnerismo al mismo lugar del que fue echado en el 2015 por el voto de las mismas urnas que ahora lo recuperan del ostrasismo.
Le reprochan el atraso cambiario, negativo para la economía real y para la atracción de capitales internacionales, el enorme endeudamiento en dólares que deja y que pidió nada más que para financiar el gasto público. Es decir, otra promesa incumplida porque dicen que Macri terminó emitiendo contra el ingreso de dólares para después que absorber pesos con las Lebac y las polémicas Leliq.
Le recuerdan que la pobreza cero no llegó y que, al contrario, se incrementaron los niveles de argentinos que no tienen ingresos acordes para vivir en dignidad y aseguran que esto pasó porque no se animó a tomar a tiempo las medidas económicas necesarias.
También se quejan de que la presión impositiva con la que se va de la Casa Rosada es insoportable, a pesar de haber anticipado que iba a eliminar tributos como Ganancias en los salarios.
Y como parte del mismo paquete de críticas, se enojan con la inflación al recordar que el mismo Macri dijo que era "fácil" bajarla y hasta prometió tasas de un dígito para este año que, al contrario, va a terminar con un nivel récord de casi el 50%.
Los hombres de negocios miran también enojados como un gobierno libremercadista no redujo el estatismo excesivo que padece el país sino que por el contrario, terminó anunciando más planes asistencialistas que no ayudan ni a los que que los reciben ni a la comunidad.
Fue una oportunidad perdida para transformar de manera definitiva el país y mirarse en el espejo de economías como la de Australia. Y esto, dicen, ocurrió porque no hubo plan económico y porque las medidas tomadas fueron definidas por "gerentes del corto plazo" que derivó en un cúmulo de indicadores negativos como la pobreza, la inflación, el crecimiento, las inversiones, la producción, el consumo y cerrando el ciclo con un cambio que noi llegó y que termina con cepos, más endeudamiento y con un país que vivió en constante retroceso.
Desde lo político, algunos empresarios anticipan que Cambiemos se puede quebrar, que la relación entre el PRO y el radicalismo se está desgastando y que sólo se mantiene de cara a las elecciones del 27 de octubre. Pero que tras esa fecha y a la luz del resultado negativo, se convertirá en un divorcio que, para evitar que suceda, requerirá de una recomposición profunda para sobrevivir.