Los romances de John F. Kennedy fueron muchos y muy comentados, pero su relación con la nórdica Inga Arvad marcó para siempre sus días, no sólo por el afecto sino porque se vio obligado a dejarla por las presiones que ejercieron las autoridades de su país y su familia. Enamorado, John conservó para siempre las cartas de Arvad.
Inga tenía 17 años cuando se casó por primera vez con un diplomático egipcio, Kamel Abdel-Nabi, del que se divorció para continuar su labor en el Berlingske Tidende. En 1935, a través de sus conexiones, le hizo un reportaje a Hermann Göring, recién casado con la actriz Emmy Sonnemann, quien se convertiría en algo así como una “primera dama” del nazismo.
Durante la boda, a la que fue invitada, logró que Joseph Goebbels le consiguiese una entrevista con el Führer. En el primer reportaje Inga escribió: “me atrajo inmediatamente. Parecía un solitario. Sus ojos mostraban un corazón amable y brillaban con fuerza”. Hitler quedó encantado con ella y la invitó a las Olimpiadas de 1936, donde fue fotografiada con el líder nazi. Estas fotografías marcaron su vida.
Después de haber estado con los jerarcas alemanes de la época, Inga se casó con el productor húngaro Paul Fejos. En esa época desarrolló una breve veta de actriz apareciendo en algunas de las películas de su compañero. Para continuar con su formación periodística, Inga decidió viajar a Estados Unidos, donde el FBI la controlaba de cerca por considerarla una posible espía nazi.
Gracias a su hermana Kathleen, que ejercía como periodista en el Times-Herald de Washington, pudo entrevistar a John F. Kennedy, por entonces un joven egresado de Harvard que trabajaba en la oficina de inteligencia de la Marina. Esta relación agravó las sospechas del todopoderoso Edgar Hoover. Kennedy no solo era oficial naval sino hijo del embajador norteamericano en Londres. La orden fue terminante, debían seguir a la pareja, ya que todos pensaban que Arvad era una nueva Mata Hari. Sin embargo, la relación entre los dos fue muy estrecha, a punto tal que las cartas de amor que se escribieron aún se conservan en el archivo del ex presidente. En esta extensa relación epistolar, John se queja de sus problemas de salud -sufría una enfermedad de Adisson y tenía frecuentes dolores de espalda- y de la conflictiva relación con su familia, especialmente con su hermano mayor, el preferido del padre y candidato a continuar su carrera política.
Las conversaciones telefónicas entre los amantes fueron grabadas por el FBI, aunque parece que ellos estaban al tanto de esta intromisión ya que frecuentemente comenzaban sus diálogos con un suspicaz “para quienes nos están escuchando”.
Como esta relación no podía ser tolerada por las autoridades, Kennedy fue trasladado a una unidad de combate en el Pacífico, donde fue puesto al mando de una torpedera, la célebre PT-109, que le abriría al joven las puertas de la fama como héroe de guerra y sería de gran ayuda en su carrera política. En realidad, el hundimiento de su nave parece haberse debido a la inexperiencia del futuro presidente de los Estados Unidos, ya que fue esta la única batalla norteamericana perdida durante toda la guerra del Pacífico. Incluso, tras el fracaso muchos opinaron que de no haber sido el hijo del embajador debería haber terminado en una corte marcial.
Terminada la relación con Kennedy -que ella llamaría “un affaire transitorio”-, Inga se divorció de su marido y comenzó un romance con el político inglés Robert Boothby. Si bien éste le pidió casamiento, Arvad lo rechazó, y en 1946 se volvió a casar con el cowboy y actor Tim McCoy, artista muy conocido en su tiempo que compartía marquesinas con Joan Crawford y John Wayne.
Inga Arvad murió de cáncer en 1973 en su rancho "Los nogales" de Arizona. Nunca se pudo demostrar que fuese una espía relacionada con el nazismo y, finalmente, le fue concedida la ciudadanía norteamericana. “Conocerte ha sido una de las cosas más brillantes que he vivido en estos 26 años”, reza una de las cartas apasionadas del futuro presidente, a lo que ella contestó: “hay algunas ilusiones en la vida que insistimos en mantener, y tú eres una de ellas”.