Alberto Fernández deberá navegar una nueva etapa del peronismo en el poder, con liderazgos y definiciones programáticas por saldar.
Visto muy de arriba el dato saliente es la increíble capacidad del peronismo de recuperar el poder, como sea. Una vez más lo dieron por muerto y una vez más volvió, confirmando que es uno de los movimientos políticos de mayor vitalidad del mundo.
Ahora, si acercamos un poco la mirada, nos encontramos con enormes interrogantes. Cada peronismo fue distinto al anterior, de manera que salvo cierta solvencia en el manejo del poder, es poco lo que se puede anticipar sobre lo que viene, si buscamos en el pasado.
Alberto Fernández es el emergente de un axioma recurrente: cuando el peronismo se une es muy difícil que pierda una elección. Se subió a la aplanadora que activó Cristina con su paso al costado y liquidó el partido. Pero lo hizo por un margen menor al esperado y acaso por un exceso de confianza subestimó la capacidad de recuperación de Macri, que terminó entregando el segundo dato saliente de la elección.
Macri eligió pararse sobre ese 30 por ciento visceralmente anti peronista y en su sprint final estiró la diferencia por encima de los 40 puntos. No es poco. Pero ahora los recursos económicos, administrativos y el rol institucional quedaron en manos de Rodríguez Larreta, que conjuga el lustre de un triunfo histórico con la habilidad de ubicarse en el lugar del hombre elegido por el peronismo, para encabezar una oposición "racional". La resolución de la puja por el liderazgo opositor, que es lo mismo que hablar de la candidatura del 2023, es parte de lo que viene.
Frente a esa tensión, también se abre la temporada para otro deporte de riesgo: la interna peronista.
En el entorno de Alberto Fernández algunos llegaron a soñar con superar el 54 por ciento que sacó Cristina en su reelección y matar al nacer las dudas de liderazgo que plantea que haya sido la vice quien eligió al presidente. No puso ser. Ahora le queda al nuevo Presidente buscar en el ejercicio del Gobierno la ratificación interna del liderazgo político que las urnas le asignaron.
En el entorno de Alberto Fernández algunos llegaron a soñar con superar el 54 por ciento que sacó Cristina en su reelección y matar al nacer las dudas de liderazgo que plantea que haya sido la vice quien eligió al presidente. No puso ser. Ahora le queda al nuevo Presidente buscar en el ejercicio del Gobierno la ratificación interna del liderazgo político que las urnas le asignaron.
Su apelación constante a la idea de Uruguay puede ayudarlo. La etapa que viene necesita recuperar algo de esa sensibilidad de buenos vecinos, de luces tenues, de mate en la puerta y palabras consideradas. No va a ser fácil navegar una economía a la que se le cayeron hasta los alambres, mientras se abordan discusiones troncales de definición ideológica, programática y de poder.
Parlamentarismo de facto:
Como presidente/primer ministro de la coalición peronista que le toca articular, Alberto Fernández tiene que jugar un ajedrez de mundos paralelos: conciliar la política interna mientras acierta en la gestión. Y lo tiene que hacer rápido. Se podrá decir que es un esfuerzo sobrehumano, pero el hombre siempre quiso estar en el lugar que está y para eso se preparó.
Ahora entremos a la obra, siempre con el casco puesto. Alberto ya ganó los votos, ahora tiene que ganarse a los mercados. Y eso es sencillo: Depende del gabinete que anuncie. Si funciona el veto cruzado y llegan los mas inofensivos, lo más probable es que decepcione. Necesita volumen político y de gestión. Respeto interno y aceptación internacional.
Esta etapa inicial es más de nombres que de medidas, porque Macri ya inició el camino de males necesarios. Todo el mundo va a entender si hace falta un poco más de medicina amarga. Pero los nombres ofrecen certeza de futuro y solvencia en la ejecución, por eso son importantes.
La política sería extraño que se le escape. Ese es su mundo. Dice lo que hay que decir cuando hay que decirlo. Seguro que vendrá una convocatoria amplia, a superar los enfrentamientos y generar los consensos.
Bellas palabras que luego demandarán acciones para desmontar una grieta que sigue activa.
Cristina Kirchner se sacó varios gustos en una sola jugada. Están a la vista. Quizás hasta el 48 por ciento de su elegido le haya calzado con comodidad. La gente cuando se da un gusto suele querer darse otro mas. Es natural.
El gran interrogante es entonces cual será el alcance de su rol en el nuevo esquema de poder. Es la jefa del peronismo bonaerense y la líder que tiene la "visión" del proceso en marcha, según se encargó de señalar Kicillof, su más exitosa creación política. Pero allá afuera hay un mundo que mira y espera.
La relación con Estados Unidos y el programa con el FMI son dos caras de una moneda que está en el aire. Una moneda que esta noche cayó en el puño de ese ex jefe de Gabinete que estaba para acompañar desde un segundo plano. La política es tan fascinante porque también tiene esas cosas.
Por Ignacio Fidanza: