Probablemente la definición de la portavoz del gobierno Gabriela Cerutti sobre la “sensación de estabilización” generada tras el ascenso de Sergio Massa al Ministerio Central del Estado no sea el más ajustado teniendo en cuenta la trayectoria de la idea de “sensación de algo”, como una imagen borrosa, y que debe ratificarse. Pero sí es cierto, que tras un julio en “modo coctelera”, este agosto ha traído algo de paz, que permite comenzar a mirar con mayor nitidez en panorama electoral de cara al 2023.
Primer tiempo. A lo largo de este año se estableció un axioma poco común para la cambiante política argentina, para el año entrante el inquilino de la Casa Rosada sería otro, es decir, el Frente de Todos perdería la elección frente a Juntos por el Cambio. Sobre esta hipótesis general se montaron algunas sub-hipótesis que planteaban la alta probabilidad de una ruptura dentro del FdT con el sector del kirchnerismo replegándose en Unidad Ciudadana, y donde parte de la pata radical de JxC también podría buscar fortuna por la propia. De esta forma se retrotraerían los relojes a la elección de 2003 marcada por una amplia dispersión. Aquel año Carlos Menen sacaba 24,5%, seguido por Néstor Kirchner con el 22,2%, tercero Ricardo López Murphy con el 16,4, luego Adolfo Rodríguez Saá con el 14,1, y Elisa Carrió con el ARI obteniendo el 14%. Esa elección fue clave, ya que cuando Menem decide (frente a una derrota evaluada imposible de revertir) no presentarse en la segunda vuelta estaba por omisión fundando el kirchnerismo, fuerza política central en las siguientes dos décadas. Hoy se vuelve a discutir el futuro del peronismo en general y del kirchnerismo en particular en su fase cristinista y algunos analistas, más con deseo que ciencia, vuelven a pronosticar su etapa final.
El historicismo se definió como aquella corriente de las ciencias sociales que planteaba la existencia de “leyes de la historia” inexorables que se debían atravesar, un baño de positivismo que también llegó a las playas marxistas que plegado a cierto evolucionismo intentaba mostrar la existencia de fases o etapas de la historia. Sin embargo, la astucia de la razón también sabe de azares y empates pírricos. En este sentido se debe observar al peronismo que sin una mirada teleológica ingresando en nueva una fase de adaptación con final abierto.
El hombre del momento
Mundo Reposera. El macrismo vivió con cierta comodidad los años albertistas, donde la sucesión de traspiés mostró que ya el peronismo no estaba en condiciones de ordenar un país capitalista periférico sin convicciones ni ambiciones, y donde su burguesía nacional piensa más en el negocio instantáneo vinculado al Estado que en un proyecto de Nación. El kirchnerismo que vino a traer inclusión en 2003, nuevo nombre para la justicia social, ya no lo puede hacer 20 años más tarde. Aquí la explicación de la irrupción de Sergio Massa propiciando un giro al centro en los pasillos nebulosos del Frente de Todos. Tras este acontecimiento el baricentro de la política argentina se vuelve a mover y comienza el tiempo de ajustes de cuentas en la oposición ¿hacia dónde ir?
En el centro del camino racional está el planteo de Horacio Rodríguez Larreta. La senda fue marcada por el inventor Mauricio Macri, dos mandatos de jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y la coronación como presidente de la Nación. Sin intencionalidad manifiesta, Larreta es un hijo del weberianismo. Racionalidad tecnocrática es su escudo y bandera. Gestión en equipo, remera negra e instalaciones googlerianas: la política como laboratorio. ¿Qué puede salir mal? Pues hay algo que no funciona en el esquema larretiano de esta posargentina. Él lo sabe perfectamente, tiene el diagnóstico, algunos pocos consultores a los que escucha se lo explican. Pero es claro, que si el secreto fuera la multiplicación de diagnósticos, Argentina sería una potencia de primer orden, y sin embargo lucha en la periferia olvidada del orden mundial. Algo parecido de ocurre a Larreta, qué tuercas hay que tocar para enamorar a un país cansado de desengaños, inmerso en la falta de credibilidad de los políticos.
Además, Larreta lucha con su némesis Patricia Bullrich. “Pato” sin laboratorio, sin gran equipo y con recursos menores, va recorriendo un territorio a fuerza de ensayo y error, tocando las teclas de la indignación social. Indignación por todo: los pobres, los planes, las marchas piqueteras, la inseguridad, los mapuches, los k, Cristina, Alberto, etc. El ¡esto no puede ser! es su bandera. Casi como en sus años mozos va contra el “aparato” larretista, esa mano invisible de la política. Con el juego que da los grados de libertad de quien no tiene que gobernar, Bullrich puede proponer acuerdos imaginarios con Javier Milei. Este no tiene estructura política en casi ningún lado (ni en CABA), pero lo asiste una fama que supera con creces al 90% de las figuras políticas del país.
¡Sombra terrible de Facundo voy a evocarte! Pero, tras la silueta de Bullrich se recorta la imagen de Mauricio Macri, interesado en no perder la mayoría accionaria de su creación. En ese contexto se debe interpretar la granada de fragmentación lanzada por Elisa Carrió, batallón de retaguardia que amenaza romper para ordenar la interna de Juntos por el Cambio. La larga sombra de Macri hace sus caminatas tomando la temperatura del ambiente. Mientras tanto se va reordenando el territorio: Jorge Macri en CABA y Cristian Ritondo en PBA. El primero goza de una inédita imagen positiva en la Ciudad.
Pero no se puede obviar la duda capital ¿Habrá Macri 2023? Como buen jugador de bridge sabe que la política es sistema y decisión: atención a los cuatro puntos cardinales. La biblioteca de creencias se divide en dos: quienes sostienen que todos sus movimientos apuntan a obtener el segundo tiempo, probablemente secundado por María Eugenia Vidal o la propia Bullrich y quienes argumentan que su objetivo es ordenar a los actores y él sea lo que siente que es: un primus inter pares. Sin embargo, los efectos de sus cuatro años de gobierno persisten en la memoria de buena parte de la sociedad. Las decisiones sobre los aumentos de la tarifas llevó por ejemplo a muchos comerciantes a la ruina (sus propios votantes) pero cree que en los próximos meses tendrá su tiempo de revancha.
De: Carlos de Angelis